El asesinato judicial y otras reflexiones...
"El
asesinato judicial, según lo califica acertadamente nuestro idioma, es el verdadero
pecado mortal del derecho. Los cuidadores y guardianes de la ley se transforman
en sus asesinos -es el médico que envenena al enfermo, el tutor que estrangula
a su pupilo. En la antigua Roma el juez venal merecía la pena de muerte. Para
la justicia que ha quebrantado el derecho, no hay ningún acusador más
aniquilador que la figura obscura y amenazadora del delincuente a causa del
sentido de derecho agraviado- es su propia sombra sangrienta. La víctima de una justicia venal o parcial es expulsada
casi violentamente del cauce del derecho, se convierte en vengador y ejecutor
de su derecho por la propia mano y no raramente, al sobrepasar el objetivo próximo,
se vuelve un enemigo jurado de la sociedad, bandido y asesino."
(…)
"El
sentimiento del derecho, abandonado por el poder que debía protegerlo, deja él
mismo el terreno de la ley y trata de conseguir por sí la que la torpeza, la
mala voluntad, la impotencia le rehúsan."
(…)
(…)
"A un pueblo en el que es práctica general
que cada cual defiende valerosamente su derecho en lo pequeño e insignificante,
nadie se atreverá a arrancarle lo más alto que tiene, y por eso no es ningún
azar que el mismo pueblo de la antigüedad, que ha mostrado en el interior el
más notable desarrollo político y hacia fuera la mayor fuerza expansiva, el
romano, poseyese además el derecho privado mejor formado. Derecho es idealismo,
por paradojal que pueda sonar. No idealismo de la fantasía, pero sí del
carácter, es decir del hombre que se siente su propio fin y menosprecia todo lo
demás cuando es lesionado en ese su germen más íntimo. ¿Qué le importa de dónde
viene ese ataque a sus derechos, del individuo, del propio gobierno, de un
pueblo extranjero? Sobre la resistencia que opone a esos ataques, no decide la
persona del atacante, sino la energía de su sentimiento del derecho, la fuerza moral
con la que suele afirmarse."
Pequeños extractos de “La Lucha por el Derecho” de Rudolf von Ihering. 1872.
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