"Panta rei kay auden menei" Entre lo que entristece y alegra a la vez.
La vida es una eterna
paradoja, es así, ha sido así, y será así, y hay que aprender a vivir con ello.
no significa que como la historia y la sociedad es paradójica, no debemos analizar,
estudiar y razonar los aspectos de nuestra vida, y dejar que eso que muchos
suelen llamar “destino” haga de las suyas, tampoco podemos pretender que con
nuestra tozudez, por más que nos esforcemos podamos cambiar las cosas hacia
algo que no es connatural a su esencia, por más que nos esforcemos, tengamos
las mejores intenciones, preparación, deseo e ímpetu, lo dice la cultura
popular, no podemos esperar una sámara de un peral, o lo que es igual, una pera
de un olmo, menos de un horno, como alguien una vez dijo.
Hay momentos en la
humanidad, en las sociedades, en cada persona en particular, que atraviesa por
situaciones especialmente paradójicas, en las que se ponen a prueba nuestras
creencias, experiencias, deseos, preparación, no solo académica, sino de vida
en general, creándose problemas, no, mejor llamarlos conflictos; tampoco, más adecuado
sería referirlos como “reflexiones” existenciales. Entonces, tanto las reflexiones
en sí mismas, los hechos, experiencias, sujetos, circunstancias y situaciones
que las provocan, y claro está las opiniones, decisiones tomadas y sus consecuencias,
bien son las que pueden devenir en problemas o conflictos, o por el contrario
apartarnos de ellos.
Estos últimos años, en
general para todos los venezolanos y allegados, vivamos en el territorio
nacional o no, han sido de especial importancia, no solo los últimos menes, los
últimos tres años, cinco, diez, dieciocho, treinta o cuarenta y cuatro años,
hemos visto pasar nuestra vida y la de nuestro país por muchos cambios y
experiencias, unas para bien y otras para mal, así es como es natural de las
paradojas.
Muchos nos hemos
casado, divorciado, enviudado, volver a intentar relaciones, se ha emprendido,
se ha fracasado, se ha emprendido otra vez, y vuelto a fallar. Logrado metas económicas
y perdido parte importante de nuestro patrimonio, nacional como personal,
material como moral, hemos reído y hemos llorado. Tenemos alegrías y tenemos
tristezas, muchas de las veces el mismo hecho que nos entristece nos alegra, y
muchas veces no comprendemos eso, no sabemos si es bueno o es malo, tal vez es simplemente
moralmente neutro, lo importante aquí es saber que sacamos cada uno de nosotros
como individuos.
Somos víctimas de un
atraco, nos entristece la situación general de criminalidad que no es más
que producto natural de regímenes totalitarios que han atendido políticas
públicas de seguridad ciudadana, pero estamos felices y celebramos que no nos
mataron. Le preguntan a una madre por sus hijos, su hija, sus nietos, y lamenta
que no estén padeciendo lo que todos padecemos en esta diaria locura. Los
padres están felices por tener a sus hijos afuera pero a la vez tristes por
ello, paradojas, paradojas.
Una persona tiene en su ser el ideal de pareja con la que quiere compartir y cuando se le presenta
en la vida, no lo sabe valorar, o bien lo valora pero es entonces la otra que
no lo ve así, o simplemente al tener lecturas distintas sobre aspectos de las
relaciones, se viven momentos paradójicos de plena alegría y plena tristeza,
como tales son los casos de tener separarse pese al gran amor que exista porque
la convivencia hace que surjan circunstancias complejas. Algo así como aquellos
amores de juventud que llegado el momento de partir, como aquellos de
estudiantes en el extranjero, o de padres que tienen volver a sus ciudades y países
llevando consigo a sus hijos enamorados; los amores de universitarios que luego
de graduación la vida laboral poco a poco ocupando las horas de otra ocio
juvenil, y otra nueva paradoja, las horas, los días, los años, con el tiempo
pasan cada vez más rápido; algunos aseguran que el último segundo dura toda la
vida, no quiero saberlo aún, ya el tiempo llegará.
Todo, todo es cíclico,
tanto las sociedades como nuestras vidas, y como ciclos que son, empiezan y
terminan, se unen y entrelazan con otros ciclos, conforman sistemas de ciclos. También
pudiéramos creer, sentir, y hasta pensar que pueden reabrirse o reiniciarse. ¿Cuántas
veces no se puede empezar otra vez lo que se abandonó?, el trabajo, la tarea,
la pintura, la canción?, empezar nuevas
relaciones, nuevos ciclos, nuevas parejas, otras ciudades, otros países, otros amigos,
pero más importante, otro yo.
Nunca un ciclo es
igual a otro, ni una relación es igual a otra, ni siquiera aunque la conformen
las mismas personas, no somos los mismos ayer y hoy, no lo eres tú, no lo soy
yo, no lo es nadie, lo importante aquí, lo esencial, lo que hemos de apuntar,
es que el hoy que nosotros somos, sea mejor que el que ayer fuimos, personal e
individual, social o colectivamente, refería Heráclito de Éfeso que nadie podía
bañarse el mismo río dos veces, porque todo cambia, todo fluye, nada
permanece, ni las aguas del río son las mismas ni tampoco lo es la misma
persona, bien podríamos afirmar que más puede cambiar una persona de un día
para otro que las aguas del río, y hay que ver cuánta agua puede correr en
algunos años bajo nuestros puentes, ergo...
Hoy unos ciclos se
cierran, sociales, políticos, económicos, profesionales, laborales, personales,
otros nuevos se abren, sus actores podrán ser los mismos, o tal vez no, viejos
actores, nuevos actores, otros escenarios, otros libretos. Ciclos que entristecen y a la vez alegran ya que no puede negarse que pasan a ser parte de uno mismo. Luego, nuevamente se
cerrarán y abrirán otros, tal vez los mismos agentes pero más perfeccionados, aquí
lo que importa es la conciencia de que todo evoluciona y cambia, en nosotros está
que sea para mejor.
“Panta rei kay auden menei”…
Para Gaby.
Hemos sido tanto agua
como puentes... y mucho más.
Fotografía tomada de: http://www.todobuenosaires.com/images/lugares/puerto_madero/gr/puentedelamujer_(1).jpg
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